miércoles, 13 de junio de 2012

Pienso demasiado en las cosas.


Es lunes.
Ella, apesadumbrada como siempre, se preparaba un chocolate ahoga penas, se sentaba en su sillón favorito y miraba tristemente a través de la ventana de su salón. Parpadeaba ante los pequeños y brillantes copos que resplandecían a las afueras de su casa. En la blanquecina calle, los niños jugaban, corrían y hacían peleas de bolas de nieve. Brincaban de un lado al otro sin pensar. El sol estaba poniéndose en el atardecer, así que la nieve acabaría derritiéndose al final. Ella seguía observando la belleza del invierno, mientras se reproducían en su mente aquellas palabras que murmuró una y otra vez provocando un escalofrío. Las cuales siguen grabadas en su pecho, en esos mensajes que él solía mandarle, y en las mariposas de su estómago. Sonaba como una canción sigilosa. A penas se notaba su presencia. Pero ella, la oía tan alto como si tuviese un amplificador por cabeza. No paraba de sonreír y recordar pequeños momentos que hacía algún invierno le habían hecho ser la persona más feliz del planeta. Seguía sin acontecer que el árbol había sido encendido hacía tan sólo una hora. Permanecía acurrucada ahora, bajo una manta, sentada en su sillón favorito. Ya no le recordaba con exactitud, era borroso todo aquello, no olía a él. Pero entonces alguien cercano le hizo recordarle.

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