martes, 19 de junio de 2012

Mi lugar.

Es de día y me dispongo a escribir un par de líneas en las que mis sueños serán, por el hecho de soñar continuamente despierta. A pesar de no ser de noche.

Es viernes y como siempre es mi ocasión para poder relacionarme con toda esa gente que he visto durante la semana y con la que no he coincidido y también con aquellos que no puedo ver por causas evidentes. Pero a pesar de poder ver a aquellos que me hacen reír, siento que necesito ver a tantos. Demasiados en multitud. Y siento como se rompen los esquemas poco a poco, pierdo contacto...Pero después de mucho tiempo, son esos "Amiga, cuánto tiempo hace que no sé de ti" los que me hacen volver a pensar, porque vale la pena que llegue un viernes cualquiera o un largo fin de semana que aprovechar.
Recuerdo que soñé algo extraño. Estaba situada en un cubo, cuatro paredes blancas a mi alrededor. Sin salida.
El pánico se apoderó de mí y empecé a correr en círculos desorientada sin saber que hacer. Me paré unos segundos en medio del habitáculo, y jadeando, me tranquilicé y exalé cuanto aire pude.
Inhalé. Volví a exalar. Inhalar. Exalar.
Una vez me reencontré, parpadeé lo más rápido que pude y restregué mis ojos hasta casi dejarlos rojos de la intensidad, con la que pasé mis blanquecinas yemas de los dedos, sobre ellos.
Esperé otros 20 segundos aproximadamente. Y llegué a divisar a lo lejos una orquídea bellísima que se encontraba sobre un pedestal. La supuesta flor era de una hermosura inimaginable. Tanto que hasta pensé que tendría los ojos cerrados de la inversosimilitud. Pero no, era tan cierto como que soñaba incluso antes de acostarme.

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